jueves, 8 de agosto de 2013

Cartografías de la caca


Leo sobre torturas. Sobre ultrajes varios. Torturan a sirios en Siria, a maricas en Rusia, a mujeres en bikini, a paradxs endeudadxs, a toros en Tordesillas. Y todxs esxs torturadxs son intercambiables entre sí por todxs esxs torturadorxs. La sociedad en la que vivimos veja, destruye, fuerza, viola, somete, expolia, explota, humilla y aniquila la vida. La vida en todas sus formas. La vida así, en general. Lo que late, lo que respira, lo que transpira, lo que crece. Pero resulta que lo hace proporcionando, además, previamente, un dolor indescriptible, una tortura enfermizamente sádica e inexpugnable, inabarcable e inconcebible muchas veces para el entendimiento, llamémosle humano, que hace verdaderamente imposible distinguir el dolor entre tanta herrumbre justificatoria y putrefacta. 


"Su mejor cliente".
Viñeta de Winsor McCay, 1917
Hemos llegado a un punto en el que la ética dialógica de Habermas es apenas un metro de papel higiénico barato con el que limpiarnos las toneladas de mierda que llevamos encima. No nos sirve. No nos vale. No es, en verdad, suficiente. Ni mucho menos. Y lo siento por Habermas, y mejor aún: que se joda Habermas. Decía Marcuse que "las sociedades opulentas absorben toda contradicción", y que por eso no podemos en realidad, muchas veces, hacer fuerza contra la fuerza. Digo esto porque creo, muy a mi pesar, que hemos llegado a un punto en el que nadar en mierda nos ha llevado a especializarnos en desechos, y ahora venimos dándonoslas de gourmets comecacas que distinguen el purín del mojón sólido, y así hasta un sinfin de subtipos de excrementos putrefactos, como hiciera ya una vez Aristóteles con los géneros literarios. Es así. El hombre blanco heterosexual aspirante a burgués (ya ni a eso llega), es un yonki de las cajitas con etiqueta, y aun cuando todo explota, él sigue teniendo la necesidad imperiosa de clasificar su ropa sucia: aquí los orines, aquí las zurraspas. En realidad, es un modo bastante patético de tratar de mantener el control cuando todo se ha ido a la mierda, peor aún, cuando todo se ha convertido en ella, y en vez de asumir que todo es ya más bien detrito, y que el detrito es, al cabo, desechable, no cesa en su empeño de clasificar lo inservible, no con la intención de reciclarlo, sino como una simple manifestación de su peripatética neurosis.

La clasificación consiste, fundamentalmente, en decidir qué es más y qué menos importante, y qué mierdas han de ser limpiadas con más urgencia que otras. Lo que no deja de ser curioso en un mundo que chapotea en un lodazal de deshechos. Pero los caminos de la neurosis del hombre blanco heterosexual y cuasiburgués son inescrutables, así que éste empieza a disponer, a jerarquizar la limpieza de la mierda y su importancia y por tanto, a decidir arbitraria y subjetivamente a partir de una suerte de BIBAH LLO, qué cosas son urgentes y qué cosas son "pequeñeces", "inmundicias", "pequeños traspieses" que habría que eliminar -nótese el condicional- pero que "no urgen"  porque -y esta es mi parte favorita- "con la que está cayendo, hay que establecer prioridades". 
Evidentemente, la pregunta que surge es que quién establece esas prioridades y, evidentemente, la respuesta -variación arriba, variación abajo- viene siendo "mis cojones", lo que, mira tú por dónde, no hace sino echar mierda sobre mierda, humillación sobre humillación, sometimiento sobre sometimiento, como si no tuviéramos ya bastante.

No me gustan los toros, PERO; No soy racista PERO; No soy machista PERO; Soy ecologista PERO son algunas de las consignas más utilizadas por estxs  salvadorxs de la patria que con el cuento de su neurosis jerárquica, vienen a seguir añadiendo leña al fuego putrefacto. Como si no ardiera éste ya lo suficiente. 

"Coffee break" (Fotografía tomada durante la II Guerra Mundial)
Porque, si la crisis comienza a ser la excusa para ser permisivxs con: 1, 2, 3, responda otra vez: la tortura y explotación animal, la homofobia, la transfobia, la lesbofobia, la muerte como espectáculo, la explotación, el machismo, el paternalismo y un sin fin de "cosas menos importantes", lucharíamos tan sólo por aquellas causas que el pensamiento/clase/género/raza dominante considere "importantes", por lo que estaremos añadiendo más dominación aún, más fango descompuesto, más podredumbre apestosa. La mierda es mierda toda, y toda huele mal. Es más, todos los detritos de este mundo, la tortura animal, la hegemonía del capitalismo salvaje y del heteropatriarcado, el apestoso etnocentrismo antropocéntrico y un sin fin de cacas más, tienen su origen en el mismo crimen: una falta absoluta de empatía para con elx otrx y un deseo turbio, tanático y obsceno de dominación. Y hasta que no entendamos esto, hasta que el machirulo anarcomierder no entienda que su lucha contra el capital no es más importante que la lucha contra el binomio de género o la feminista de libro no entienda que su lucha contra la dominación patriarcal no es menos importante que la lucha contra la explotación y el maltrato animal, por poner sólo dos ejemplos, no sólo no estaremos haciendo nada para mejorar el mundo, sino que estaremos alimentando a la bestia, y contribuyendo aún más a que este lodazal inmundo de putrefacción enfermiza colmado de mierda sanguinolenta y lacrimógena en la que se hunden las lágrimas purulentas de lxs torturadxs vivxs, siga creciendo y creciendo, mientras metemos las heridas en cajas, lxs muertxs en cajas, y vamos, como sádicxs y metódicxs bibliotecarixs, cartografiando la caca y tejuelando el exterminio de la vida, en todas sus formas.

martes, 6 de agosto de 2013

Derivas

Leo. Releo. Me dice. Le digo. Me pide. Me demoro. Me pide. Le pido. Se demora. Me demoro. Me demoro. Se demora. Tardo. Me siento. Escribo. Reescribo. Una tilde. Dos comas. Un punto. Apenas. Nada. Casi nada que merezca ser contado. Me dice bien. Me dice. Dice. Está todo bien. Me dice. Fotos. Un par. Tal vez tres. Tres fotos. Tres fotos y luego un párrafo se esfuma. Mi párrafo se ha esfumado. Me dice. Me dice. Esfumado. Y estaba justo aquí. Me dice. Justo aquí. Esfumado.

ES

FU

MA

DO

Como un contenedor flotante en una ciudad portuaria. 

Derivas.  

Imagino al párrafo, tremenda masa errática de amasijos narrados, amarrados con bridas textuales, flotando a la deriva, derivándose en tus túes, en mis yoes, en nuetros BLA, BLA, BLA. Flotando. Desmenbrándose de consonantes que varan contra rocas de significados huecos, formando sedimentos que silabean voces que nunca habrán ya de ser narradas. Rastreándose bajo el agua como actantes desconyuntados. Los párrafos perdidos no flotan, se sumergen como selvas sumergidas y ya nadie vuelve jamás a seguir sus rastros. 
Se derivan en salinidades ásperas y todo lo que una vez fueran a decir se convierte en todo lo que una vez ya no dijeron. 

Mi párrafo. Me dices. Ya no está. Estaba pero ya no está. Mi párrafo ya no está, insistes, y todo se vuelve no contado. Como una metáfora no dicha que hubiera perdido un sema en la humedad caliente del beso que no me has dado.